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También tenía una hija muy alegre y llena de vida llamada Chinchulina.
Chinchulina
era una niña algo tímida, pero en cuanto escuchaba música perdía su
timidez y se ponía a bailar por todo el palacio. Su alegría era tan
contagiosa que hasta su padre, el emperador, se ponía a bailar con ella.
Un
día la tristeza se apoderó del corazón de Chinchulina. Solo el canto de
un pájaro llamado Ruiseñor Azul podría devolver la alegría a su mustio
corazón.
El emperador de la China, que nunca había salido de su
hermoso palacio, decidió romper con la tradición y salir en busca de ese
extraño pájaro llamado Ruiseñor Azul.
En su búsqueda irá descubriendo los afanes, los desvelos y los sueños de los humildes pobladores de su vasto imperio.